Bosques de luna llena

La luna llena entra en el bosque. Los colores del otoño desaparecen pero las hojas de los árboles se recortan contra el disco blanco. La noche crea paisajes al aguatinta. Esto que sigue es algo así como la banda sonora de un herbario forestal.

Por las acículas de los pinos gritan y ululan los cárabos.

Entre los robles, bajo la luna, brama un ciervo. El vozarrón ronco se estira,  la reverberación que mide la profundidad del valle.

En las copas de las hayas hacen acopio los lirones grises. Están saliendo los hayucos, el bosque es un almacén de frutos secos, y por la bóveda forestal rebullen múltiples presencias.

Un zorro ladra debajo de un abedul.

Y un búho real merodea a lo lejos, por la periferia del abetal.

De color amarillo rojizo de día, de noche soporte de una nube de insectos: la hoja de arce.

El viento sacude las hojas de un chopo, un álamo blanco. Por abajo fluye la corriente; por encima, sobre la orilla, gritan las garzas reales.

Al claro de luna el bosque cobra vida.